Me asomé a la ventana y... ¡no me podía creer lo que estaba viendo! ¡Había un perro en el tejado de la casa de mi vecina! Era grande y de largo pelaje blanco, con una mirada penetrante y de ojos azules. De repente me miró, y sentí pena en su mirada, como si me quisiera decir algo. Así que decidí ir a rescatarlo pero, cuando llegué al lugar, no había nadie. Exploré el jardín para ver si encontraba algo con lo que subirme al tejado, y encontré una escalera. ya en lo alto, no miré y miré, pero el perro no estaba. Cuando me disponía a bajar, me tropecé y me caí del tejado, dándome así un fuerte golpe en la cabeza. Cuando desperté me sentí la cara húmeda, como si alguien me la hubiera empapado de algo... ¡baba!. Allí estaba, su pelaje blanco como la nieve se movía lentamente cada vez que se aparecía una ráfaga de aire. Decidí llevármelo a casa y quedármelo para siempre como un favor por haberme despertado. A partir de ese día, llegó a ser mi mejor amigo, y lo llamé ZEUS.
EL TREN DEL AMOR
El tren se puso en marcha. Creí que no llegaba... De repente, la cabeza de una chica hermosa se asomó por la ventana del tren y, en ese momento, el tren se detuvo. Tuve la oportunidad de subirme al tren y dejar al tío George y a su nueva novia solos en esa gran mansión que nunca tubo lugar para mí. La misma chica que asomó la cabeza me pidió que me sentara junto a ella. Yo no la conocía de nada, pero me empezó a gustar, y en un momento pensé que yo a ella también. Hablando de nuestras cosas, decidí desviarme del tema para pedirle mano. Llegado el momento, ella aceptó, y meses después nos casamos. Vivíamos en una preciosa casa rústica en las afueras, y pasado un tiempo, decidimos tener un hijo. Veinticinco años después, nuestro hijo John encontró el amor en el mismo tren.
EL TESORO ESCONDIDO
Tras años de búsqueda ininterrumpida, por fín encontré el cofre. Dentro de él se encontraban las joyas más relucientes y brillantes que cualquier soñador podrá desear. Cuando me disponía a salir de la cueva tan oscura donde se hallaba el tesoro, se despeñaron grandes rocas que bloquearon la salida. Intenté mover alguna, pero no me sirvió de nada. Decidí tumbarme en el suelo y permanecer quieto toda la vida, o hasta que me rescataran. Cinco años después, escuché un ruido desagradable que provenía de la salida. Eran dos hombres vestidos de amarillo fluorescente que venían a rescatarme. Gracias a mi inactividad, pude sobrevivir y salir de la cueva con el tesoro, aunque tenía que reconocer que estaba un poco mareado y bastante delgado. esta historia me ha servido para comprender que si la vida te da una oportunidad, no debe desaprovecharla nunca, y que si tienes un sueño, por muy difícil que sea, no lo puedo dejar escapar.
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